
Cómo decir «NO» con elegancia, sin que estalle una guerra
Tienes una lista de cienmil cosas por hacer, y más de la mitad no son de tu incumbencia, pero cuando te las pidieron no pudiste rechazarlas. ¿Te suena?
Al final del día, cuando tus compañeros ya han vuelto a casa, a tí te quedan aún tareas por terminar, porque durante el día el teléfono no ha parado de sonar. ¿Te ha pasado alguna vez?
¿A menudo piensas que deberías tener un ayudante para no sobrecargarte de tareas y acabar cada día a las mil?
Quizás te hayas preguntado por qué parece que sólo te pase a ti, mientras los demás trabajan tranquilamente y sin interrupciones todo el día, saliendo de la oficina a la hora que toca. ¿Cómo lo hacen?
El otro día una clienta me comentó que se encuentra en esta situación hace años. Se siente incapaz de decir NO a quienes le piden favores o tareas extra. Le pregunté: y si dices que no, ¿qué pasa?

Su cara pasó a una expresión de terror. Tenía un miedo terrible a decir que no, aunque las tareas de las que se hacía cargo no tuvieran nada que ver con su trabajo.
Se llenaba la agenda de las prioridades de otros, con consecuencias tales como:
- Estrés y tensión excesiva
- Mal humor frecuente
- Insomnio
- Casi nada de tiempo para ella
- Muchas horas extra no pagadas
- Tensión cervical
- Ansiedad
- Alergias
- Migrañas
Hasta un momento en que la tensión era tanta que se sentía obligada a rechazar las demandas, con respuestas bordes, nerviosas o enfadadas. «Yo no soy tan agresiva, no reconozco mis reacciones, pero a veces soy incapaz de controlarlas».
Para ella, como para muchas otras personas que se consideran disponibles y generosas, responder con una negativa no era una opción válida. Es prioritario mantener «paz y armonía» en el ambiente de trabajo, y un no, según ella, era igual al inicio de una guerra.
Pero…¿es realmente así?

Un NO ¿es siempre la causa de un conflicto?
Analizamos dos posibles ejemplos, basados en dos casos que relata mi clienta, que llamaremos María.
Caso 1: SÌ a todo
X: – María, podrías prepararme esos documentos para mañana por favor?
Maria: – OK. (Piensa: «No forma parte de mis tareas, pero puedo hacerlo yo, aunque tenga que quedarme un par de horas en la oficina y volver a saltarme los ensayos del grupo de música)
Resultado: no hay discusión ni conflicto, la otra persona se queda contenta, y aparentemente no pasa nada, salvo que María pierde dos horas de vida privada.

Caso 2: un NO seco
X: – María, podrías prepararme esos documentos para mañana por favor?
María: – No puedo, lo siento. No es mi trabajo, siempre me quedo hasta tarde para hacer tareas de otros, a mí no me pagan para eso, ¡deberías de saberlo! ¡Estoy harta de tus demandas continuas! ¡Aquí nadie me reconoce el esfuerzo!
Resultado: La otra persona se queda sin palabras, y por dentro juzga a María, etiquetándola de borde. Podría dejar de hablar con ella o hablar mal de ella con otros compañeros o responsables. María se siente mal por su reacción, ya que no corresponde a su desempeño habitual en la empresa.
Si pensamos en las consecuencias de estas dos posibles respuestas, en el corto plazo, son preferibles las primeras .
Ahora bien, si repetimos este patrón muchas veces, durante meses o años, ¿qué pasaría?
María lo llevaba repitiendo durante los últimos 5 años.
¿Qué consejo le darías tú a María?

Una tercera vía: la elegancia del sandwich
Vamos a explorar una tercera opción, aplicando la fórmula del “sandwich”:
– Sí a la persona
(Técnica Sándwich)
– No a la demanda
– Sí a buscar alternativas o propuestas
X: – María, podrías prepararme esos documentos para mañana por favor?
María: – Gracias por pensar en mí para ayudarte con esto, me encantaría poder hacerlo. Desgraciadamente, ahora mismo estoy muy atareada y no creo que podré dedicarle el tiempo necesario. Podemos buscar otro momento y encontrar la forma de solucionarlo juntos. ¿Qué te parece?
Resultado: gracias a esta estrategia, las condiciones de estrés para María y su equipo de trabajo han bajado notablemente en unas pocas semanas.
El ego nos hace creer que existen solo dos opciones: «Sí a todo» o «No absoluto». La oportunidad se encuentra al salir de este dualismo. Entre el blanco y el negro existen infinitos matices y colores, sólo tenemos que «limpiarnos las gafas» para verlas.
Tú también, como María, puedes transformar tu día a día profesional, pasando del modo «blanco y negro» al «full color HD». ¿Te acompaño?

Maria Inés Ritvo
Publicado a las 00:39h, 30 diciembreSos muy genia Ale!!! más claro, echale agua… abrazo desde Santa Fe (Argentina)
admin
Publicado a las 10:13h, 03 marzoGracias Inés! Un abrazo de vuelta desde el otro lado del charco 🙂